El mes de marzo llega a la Caverna de la Luz con una nueva entrega de la serie fotográfica El fantasma en la máquina, un camino plástico por las infinitas cuestiones sobre nuestra relación con las máquinas. Con una fotografía sobria y directa en lo estético y riquísima en sugerencias e interpretación, la artista visual Zaida Salazar aborda un tema capital que está en el origen mismo del proyecto: el cuerpo como la máquina compleja y alucinante desde la que conocemos el mundo y nos comunicamos con él, la sofisticada máquina que construye máquinas, la gran máquina cuya gran ambición es replicarse a sí misma.
Conocer el funcionamiento de nuestro organismo es una aspiración eterna del ser humano. Las ciencias y las artes avanzan siglo a siglo ampliando y profundizando en este autoconocimiento que cada vez nos parece más inabarcable y misterioso. En este mismo camino vamos aprendiendo más cosas sobre la naturaleza a la que pertenecemos aunque a veces se nos olvide. Las fronteras entre lo que consideramos orgánico y artificial se van desdibujando y aparecen nuevos enfoques y disciplinas que intentan explicar a tan extraño espécimen. Hasta hace no mucho se pensaba que el pensamiento estaba exclusivamente situado en el cerebro, donde se encuentra el mayor complejo neuronal. Ahora se sabe que también existen neurotransmisores en otras partes importantes del cuerpo, sobretodo en el estómago y en el corazón. La sede de la inteligencia no está solo en el cerebro, está en todo el cuerpo.
Toda la poesía y los símbolos que hablan de pensar con el corazón o con el estómago tienen una sorprendente base biológica. Así que somatizamos todo lo que pensamos porque pensamos con todo nuestro cuerpo ¡Y necesitamos hacerlo! Del equilibro depende el buen funcionamiento de la máquina y sobre ese difícil equilibrio nos habla esta bella imagen de órganos sin cuerpo que parecen mostrarnos para su análisis. Esas dos manos -humana balanza, curiosamente en vertical- sopesan un corazón y un cerebro de animal. Son un motor y un cuadro de mandos, pero son las vísceras (sagradas en tantos contextos) que contienen la fuerza y la vida, aquello que, posiblemente, nos distingue de esas máquinas creadas por nosotros y que dejan atrás lo “verdaderamente” humano y animal. O quizás no… el universo ciborg plantea seres orgánicos y cibernéticos con intervenciones y órganos artificiales añadidos que nos amplían y mejoran, anunciando una nueva era de la humanidad que cambia las reglas del juego.
Lewis Mumford, en su magna obra El mito de la máquina. Técnica y evolución humana lanzaba una interesante advertencia a tener en cuenta. La humanidad se encuentra en un momento de “estrecho racionalismo tecnológico” que puede frenar la evolución humana, quedando sólo inteligencia organizada: “un barniz omnipotente y universal de espíritu abstracto, despojado de amor y de vida”. Es un complejo tema a debatir.
Lidia Gil Calvo
De formación autodidacta, la artista visual Zaida Salazar (Oviedo, 1975) trabaja la imagen desde parámetros que parten de la experiencia, de lo más íntimo e intersticial, para expresar temas universales como la memoria, el deseo, el cuerpo o la identidad. Confiere a sus composiciones sutilidad y misterio, logrando que las imágenes trasciendan la pura apariencia de los objetos, a los que dota de un aura muy característica de silencio y profundidad, quedando éstos como suspendidos en el tiempo.
Ha recibido formación en diferentes talleres con los fotógrafos Pilar Otí, Pablo Hojas, Cristina García Rodero, Ciuco Gutiérrez, Doris Kloster y Óscar Villegas, entre otros. Ha mostrado su obra en diferentes proyectos y exposiciones como en Espacio Creativo Alexandra, Colarte, Del Sol St. Art Gallery, La Caverna de la Luz, Sala Universidad de la ETS de Náutica, Artesles, Foconorte o Artesantander. Ha participado asimismo en diferentes acciones con el equipo ACAI, como Ladronas de la comunicación en Juvecant (2006), el happening Seis maneras de decirte te muero (2007), Tus ojos hablan en el contexto de la exposición Te(a)mo en la Sala Universidad de la ETS de Náutica (2013), o de forma individual como Esperando para el MAS en 2015. Combina su trabajo como fotógrafa con su actividad de gestión cultural dentro de la Asociación Cultural de Artistas Independientes ACAI, con cuyo colectivo idea y desarrolla cada año el festival de arte público Desvelarte. También realiza trabajos de documentación gráfica e imparte talleres de fotografía para diversas instituciones.