Sin título, 2006 ©Chema Madoz

«El deseo es la luz, y la lámpara es el animal devorador de ascuas que ahora duerme.
El interruptor deberá recordarnos que, como el fuego, la luz debe ser conquistada, y que el regreso a las sombras forma parte de esa conquista.
Frotar la lámpara.
El vientre de la lámpara está lleno de remolinos de humo, y en el centro de los remolinos hay una hoguera.
Apagada o encendida, la hoguera dialoga con nosotros. Como la cera de la vela apagada, la calidad silente de la hoguera apagada enciende los sonidos de la imaginación.
La pantalla de la lámpara es el territorio del ensueño; en ella se proyecta el diálogo de la luz y de las sombras en forma de jeroglíficos. Bajo su advocación, el territorio luminoso se enmarca sobre la mesa: la luz es testigo de las manos que pasan las páginas del libro; la tinta luminosa dialoga con su otra mitad, con la oscura tinta de su hermana.
La lámpara cumple con su labor: administra el reino de la luz, dispone auroras y crepúsculos.
Pienso en el pelaje animal que protege del frío de la sombras, en el animal de la lámpara: se incorpora sobre sus patas, se despereza un instante y, después, anida en la oscuridad e incuba el tiempo de la luz. Mientras tanto, sueña en los remolinos de humo.
Es la hora del lubricán».

Menchu Gutiérrez

Menchu Gutiérrez nos habla del origen del punto de vista: “En una entrevista, contaba el fotógrafo cómo el primer pupitre de su infancia fue la tapa bajada de un horno. Por alguna razón, aquel primer día de clase Chema Madoz llegó tarde a la escuela, cuando los pupitres ya habían sido asignados, y la ingeniosa maestra improvisó así un escritorio.

No es posible sustraerse a la tentación de imaginar la relación que se puede llegar a establecer con un objeto como el horno durante la infancia: una boca abierta en cuyo interior la lengua y el paladar negros están mostrando una visión del inframundo. Un niño puede ver cómo en el interior de este horno, aparentemente inofensivo, porque está apagado, se cuece un pan negro”.

Madoz es conocido que trabaja con el lenguaje de los objetos y que este es un lenguaje infinito del que permanentemente está hablando. A partir de unas ideas, busca, encuentra, manipula e incluso violenta el sentido de los objetos hasta conseguir que produzcan un pensamiento.

El artista utiliza la fotografía como herramienta de trabajo. Hace un retrato de una idea abstracta. Al reducir el sentido de los objetos con el blanco y negro de sus imágenes, les quita información alternativa y los convierte en objetos en sí mismos.

Para Borja Casani, la obra de Chema Madoz se caracteriza por su naturalidad, al trabajar con cosas que existen, a las que fotografía con luz natural, consiguiendo con ello representaciones de ideas subjetivas. Así ocurre, por ejemplo, con la imagen en la que aparece una avestruz con la cabeza metida en un gran huevo y “que define la actitud contemporánea”, “plantea un paseo por el entendimiento y deja en manos del que mira el completar el sentido de la foto. La obra de Chema Madoz produce felicidad”.

A primera vista, dice Chistian Caujolle, pero sólo a primera vista, el mundo de Chema Madoz es un mundo de objetos. Como si el mundo se redujera a los objetos, se diría como reducido a las adquisiciones. Unos objetos engañosos, sin embargo, que detrás de su apariencia habitual, la que reconocemos (un sobre, un guante, una cerilla, un bastón, una balanza, un lápiz, etc.), porque nos es familiar, ocultan una extrañeza que produce una sensación nueva que impide considerar las fotografías de Chema Madoz como “naturalezas muertas”.

Después de ver la obra de Chema Madoz ya nada es lo que parece. Los objetos ya no cumplen la misión para la que fueron creados y la fotografía tampoco es el medio objetivo y fiel a la realidad. Una realidad que, por otra parte, nos ha descubierto que tiene trampa.

Chema Madoz, Madrid, 1958

Chema Madoz nació en 1958 en Madrid, su nombre real es Chema Rodríguez Madoz, entre los años 1980 y 1983 cursó Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid que simultanea con los estudios de fotografía en el Centro de Enseñanza de la Imagen. La Real Sociedad Fotográfica de Madrid expuso la primera muestra individual del autor en el año 1984. En 1988 la Sala Minerva del Círculo de Bellas Artes (Madrid) inauguró su programación de fotografía con una exposición de sus trabajos. Dos años después, en 1990, comenzó a desarrollar el concepto de objetos, tema constante en su fotografía hasta la fecha.

En el año 2000 recibió el Premio Nacional de fotografía. Y en el año 2014 el Premio de Fotografía Piedad Isla. También ha recibido en 1991 el Premio Kodak y en el año 2000 los Premios Higasikawa Overseas Photographer del Higasikawa PhotoFestival (Japón) y el Premio PhotoEspaña. Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid en 2013. La editorial Art-Plus edita en 1995 su primera monografía, Chema Madoz (1985-1995).

En 1999 el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía inaugura la exposición individual Objetos 1990-1999, primera exposición retrospectiva que este museo dedicaría a un fotógrafo español vivo. Igualmente, ese mismo año el Centro Gallego de Arte Contemporáneo de Santiago de Compostela realiza una exposición individual de su trabajo.

Desde entonces ha expuesto en varias galerías y centros de arte como, el Canal de Isabel II, la Fundación Telefónica, CaixaForum, el Centro Pompidou de París, el Netherland Photomuseum de Rotterdam, la Fundazione M. Marangoni de Florencia, el Museo de Bellas Artes de Caracas o el Fotofest de Houston, entre otros. En Cantabria ha expuesto en la Sala Robayera de Miengo y en Santander en la Galería Siboney, en la Librería Gil y, ahora, en La Caverna de la Luz.

Su obra está presente en importantes colecciones públicas y privadas como la del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Fondos de Arte del Ministerio de Cultura de Francia, la Colección Hemés, la Fundación Juan March, la Fundación Telefónica, la Fundación Coca-Cola, el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, el IVAM, el Ministerio de Cultura, la Colección Fotocolectania, el Fine Arts Museum de Houston, la Fundación María Cristina Masaveu Peterson o la Colección Margulies, entre otros.

En 2013, RTVE estrenó el documental «Imprescindibles – Chema Madoz, regar lo escondido».

Reseña en las páginas de Cultura del Diario Montañés

Menchu Gutiérrez es poeta, novelista y ensayista, además de traductora de múltiples autores como Edgar Allan Poe, William Faulkner o W. H. Auden. Ha impartido talleres literarios y cursos en universidades como la Complutense de Madrid, la UNAM de Ciudad de México, la Internacional Menéndez Pelayo o la Universidad de Cantabria y ha organizado seminarios interdisciplinares en centros culturales como La Casa Encendida o La Fundación Botín.

Menchu Gutiérrez en diálogo con la obra de Chema Madoz

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