Noise Control, 2018

Aunque muy aficionado a la fotografía, el protagonista del mes de septiembre dentro del ciclo El fantasma en la máquina es músico y compositor, el francés afincado en Santander Robert Navarro. La imagen que nos propone se refiere precisamente al mundo de la música, uno de los que quizás más ha cambiado con el nuevo paradigma tecnológico. También es el arte que más tempranamente se sirvió de la tecnología para la fabricación de instrumentos más o menos automáticos, alcanzando a lo largo de la historia elevadísimas cotas de sofisticación en cuanto al tratamiento del sonido y la estética. El cambio más radical se produce con la llegada de la electrónica, momento en el que incluso un solo aparato puede reproducir todo tipo de registros sonoros. El autor reproduce una pequeña conversación basada en sus propias vivencias musicales en Francia a finales de los años sesenta y en la que pone de manifiesto la perplejidad de los músicos cuando aparece en el mercado un Sintetizador Moog Modular. “-El demostrador del aparato afirmó que es el instrumento del futuro y que abrirá nuevos horizontes del sonido pero sin confirmar si iba a sustituir a los músicos… En esos años, el fantasma de la máquina se ha manifestado en la mente de muchos músicos. Hoy en día están acostumbrados a todo tipo de instrumentos no convencionales en la producción de música. Los artistas ya no temen al mundo electrónico y sus máquinas”. Ya son parte del grupo.

El arte y la tecnología han evolucionado siempre juntos, pero siempre ha sido necesaria la mano del ser humano para crear. Es la mano que aparece en primerísimo plano modulando los índices del sintetizador en Noise Control, (Control del sonido). Esa mano que parece insuflar vida a la máquina, como hacía Dios al primer hombre en la representación de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, ambos dedos unidos en mágica conexión.

Se plantea ahora la polémica de si las máquinas pueden hacer realmente música, ya que diferentes empresas están desarrollando  programas que prometen, a través de la inteligencia artificial, autogenerar contenidos y componer desde una supuesta originalidad, jugando con toda la información musical dentro de sus bases de datos infinitas que se autorregeneran y relacionan datos día a día. Sería el sueño de aquello primeros autómatas intérpretes que fascinaron al atónito público del siglo XVIII que presenció sus conciertos.

Robert Navarro

Robert Navarro es francés de origen español y vive en Santander hace casi veinte años. Tanto su vida profesional como su tiempo de ocio han estado siempre relacionados con el sonido y la imagen: como músico profesional, como empleado en empresas que fabrican equipos de alta fidelidad, sonido profesional, vídeo profesional, etc. En los años noventa, trabaja para la televisión francesa y en el doblaje de voz en francés, un oficio que desempeña aquí en España desde su llegada. Ha grabado un disco titulado Encuentros y no para de crear buena música. Desde su llegada a España, siempre ha estado acompañado de una cámara de fotos. En sus viajes y paseos por diferentes ciudades lleva a cabo proyectos fotográficos, a menudo conformados en series. Están basados en la atenta observación y la vivencia directa del paisaje: las paradojas de la imagen, los diálogos entre los diferentes elementos, composiciones curiosas, cromatismos sorprendentes… El acto de fotografiar en su ejercicio va más allá de la búsqueda de una buena foto, se convierte en una forma de conocer los lugares y sus gentes, de establecer comunicación, de intercambiar experiencias y sentimientos. Ha participado en concursos siendo premiado en algunos. En 2011 expone Calle Imaginaria en la sala Bretón en El Astillero, 60 fotografías impresas sobre Aluminio Dibond que juegan con el número y el paisaje urbano.

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