Era inevitable que ante una propuesta que trata la revolución tecnológica y sus consecuencias surgiera un trabajo sobre el punto en el que se encuentra nuestra relación con la naturaleza. Es natural. Partimos de ahí. La tecnología es también consecuencia de nuestra propia naturaleza y se desarrolla a partir de ella. Somos naturaleza. Surge entonces una cuestión capital, ¿qué ocurre cuando esta mecanización progresiva empieza a alejarnos de manera alarmante de nuestra esencia, a volvernos contra nuestro origen, a destruir nuestra matriz? ¿Qué consecuencias puede tener este salto sustancial?
Para la cita de junio de la serie El fantasma en la máquina, Raúl Lucio nos propone Ser… estar, una sugerente fotografía impresa sobre madera, lo que ya implica una gran coherencia entre continente y contenido que refuerza el potente mensaje de la obra. La imagen parece ponernos el húmedo bosque caducifolio al alcance de la mano, una mano desvirtuada que toma contacto con el verde musgo y que nos hace imaginar todo un rico ecosistema original. Antropológicamente, la mano fue muy responsable de nuestro exponencial desarrollo evolutivo. Su extraña textura –un tanto virtual, quizás en formación o descomposoción…- abre múltiples posibilidades interpretativas, diferentes relatos que podemos construir a partir de lo que a priori podría considerarse un autorretrato del artista homenajeando a la madre naturaleza (en relación con su serie Prefiero no verlo), recordando su importancia matricial, invitando a ser y estar para no olvidar el origen. Podría parecer incluso que el androide está cargando metafóricamente las baterías en la matriz o fuente de energía. Una suerte para el espectador poder imaginar su propia interpretación.
Sobre la que podría considerarse un sutil alegato ecologista el propio autor escribe:
“Una mano biónica se posa sobre un montón de musgo que se posa, a su vez, sobre un viejo tronco de haya derrotado por el tiempo; en algún bosque atlántico de los que se encuentran al norte de todas las cosas. Una máquina perfecta que se posa sobre la más perfecta de las máquinas. Silencio. Es tiempo de mirar pausadamente, de volver a la naturaleza: al origen de todo; es tiempo de ser. Es el momento, como comenta Francesco Carreri, de perder tiempo para ganar espacio. Espacio vital… es tiempo de estar, cuerpo y mente formando un todo monolítico, como fue desde el principio.
Es otoño y las luces de la temporada invitan a la reflexión. Pienso en los géneros fotográficos y los veo aquí reunidos: el paisaje caducifolio de mi infancia, la naturaleza muerta (más bien dormida a la espera de la próxima primavera) y el retrato de uno mismo, la cámara –la máquina fotográfica– como testigo-espejo, la parte por el todo a modo de sinécdoque otoñal.
Al final, quedará tal vez el soporte, orgánico en este caso, que rasga la imagen con sus texturas, como el tiempo, con sus arañazos, nos ha ido rasgando a nosotros”.
Lidia Gil Calvo
Raúl Lucio (Reinosa – Cantabria, 1967) es Licenciado en Geografía e Historia (1990), Máster en Diseño Digital (2007) y Diplomado en Fotografía Artística Contemporánea (2016). Arqueólogo de formación, desarrolla proyectos personales relacionados con la imagen (fotografía y vídeo) orientados a la reflexión sobre el paisaje, el retrato y la relación de ambos con la memoria y el olvido. Compagina sus trabajos como fotógrafo y videocreador con labores docentes (formador de Photoshop y Lightroom), comisario y jurado en diferentes concursos. Desde 2011 trabaja como fotoperiodista en el Gabinete de Prensa del Gobierno de Cantabria.
En la vertiente artística de su trabajo fotográfico, de corte a menudo experimental, Raúl Lucio reflexiona críticamente sobre la realidad a través de sus instantáneas y una rica labor de posproducción, significando muy conscientemente a través de la forma y cuidando los resultados hasta el mínimo detalle. Muy aficionado a las series como forma de profundizar en las ideas y abundar en la relatividad de la que adolece lo fotografiable, mantiene abierto un trabajo en proceso titulado Prefiero no verlo que consiste en realizar fotos turísticas de lugares visitables cuyo motivo oculta con su propia mano en un particular selfie. Con Prefiero no verlo toma conciencia de la descontrolada invasión de imágenes en nuestra sociedad contemporánea revisando a su vez el propio medio fotográfico y sus géneros.