N-generador, 2018

“El robot frente a la célula, frente al origen, frente al reto de crear. El tiempo impone su estructura fractal y da comienzo un nuevo ciclo en el que el ser humano ya no es protagonista”.

El término robot viene del checo robota, que significa en origen “trabajo esclavo”. Fue utilizado en 1921 por el novelista y dramaturgo Karel Capek, en la obra de teatro RUR, para designar a los autómatas creados para realizar tareas pesadas y que a la postre, en su pieza teatral, acaban rebelándose contra su creador y eliminando a todos los humanos que encuentran a su paso. La palabra fue definitivamente popularizada por Isaac Asimov en el libro Yo, Robot que establecía las  famosas tres leyes de la robótica.

Desde aquellos primeros androides, la robótica ha evolucionado enormemente de forma paralela a las técnicas que lo han hecho posible. La investigación destinada a reproducir máquinas semejantes a los humanos aspira, además de muchas otras motivaciones, a la profunda comprensión de nuestra propia maquinaria.

En las últimas décadas, la Inteligencia Artificial está llegando tan lejos que empieza a plantear serias polémicas sociales y científicas, referentes a la ética, la moral o la jurisprudencia. Además, está creando una nueva manera de entendernos y relacionarnos, tanto con nuestros iguales como con las máquinas y dispositivos que cada vez más se integran en nuestras vidas de una manera silenciosa y cotidiana; se diría a veces que dialogamos más con ellas que con las personas físicas.

Metáfora vintage de todo este entramado es el pequeño robotito que aparece en N-generador, la fotografía que el físico José Luis de la Peña presenta para este mes dentro del proyecto El fantasma en la máquina, que se celebra desde enero en la Caverna de la luz. La imagen alude a un cambio de paradigma, el paso de un ciclo a otro por cambios definitivos que dan un giro radical a la cultura. La N del título N-creador hace referencia a algo que se repite un número elevado e indeterminado de veces.

En matemática, la autosimilaridad o autosemejanza es la propiedad de un objeto en el que el todo es exacta o aproximadamente similar a una parte de sí mismo. Los fractales son el ejemplo más claro para visualizar este concepto que siempre es aplicado al espacio. Y el autor nos plantea “¿por qué no también aplicarlo al tiempo? ¿Y si todo nuestro entorno espacio-temporal no es más que la repetición cuasi exacta de algo que ocurrió en otro tiempo y que ocurrirá de manera autosemejante en un futuro más o menos cercano?”.

A estas cuestiones se añade una más inquietante aún. Ese robotito aparece realizando una actividad que no parece casar con las aspiraciones de una máquina. Aparece adorando a lo que podría simbolizar el germen de la vida, a la imagen de lo orgánico por excelencia, el huevo. El acto de sacralizar es tan rotundamente humano que vuelve a ponernos en un extrañan encrucijada de conceptos. Dios crea al humano a su imagen y semejanza, el humano crea a la máquina a su imagen y semejanza, la máquina…

La resolución formal de la fotografía en 3D, además de aportar una plástica poderosa, vuelve a arrojarnos una rica simbología a través del número, dando pie a diferentes interpretaciones a gusto del consumidor, como toda buena obra debe desprender.

José Luis de la Peña nació 1972 en Vitoria (actualmente reside en Ermua) pero ha vivido la mayor parte de su vida en Santander. Trabaja en el Departamento I+D de Fagor Automation, desarrollando sistemas de captación para el posicionamiento de las máquinas (Encoder Óptico). Es un agudo observador, además de físico, óptico y aprendiz de fotógrafo autodidacta, con influencias de fotógrafos de curiosa retórica como Chema Madoz o Simon Larbalestier. Es revelador el hecho de que comprara primero el objetivo que se adecuaba a sus gustos y posteriormente la cámara que mejor se acoplaba a este, una Olympus. Sus instantáneas y composiciones sorprenden por su claridad y limpieza, así como por señalar con gran creatividad las paradojas de la imagen y de las formas que conviven en el mundo. Está también muy ligado a la música. Es el artífice del desaparecido grupo de culto Pompa Cósmica y ha colaborado desde muy joven con el Festival de Jazz de Vitoria.

Lidia Gil Calvo

José Luis de la Peña
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