Eduardo Gruber

Una serie de fragmentos encontrados al azar: la Torre Eiffel, dos personajes desenfocados, un caballo y el detalle de una fotografía de J.H. Lartigue, forman una sucesión de figuras sin interrupción, incomunicadas en un espacio ambiguo que desprende una extraña calma y atraviesa la composición rompiendo la ilusión de perspectiva. El juego de escalas y la sensación de bruma generan una atmósfera quieta, silenciosa, enigmática, que busca la complicidad de