Desalojo en La Chacarita
Cuando José Lamarca (Buenos Aires, 1939) dio sus primeros pasos en la fotografía era consciente de que uno de los valores fundamentales de la disciplina tenía que ver con el registro de los hechos. También del uso potencial de tal registro en el espacio público. Así lo había hecho el que quizás sea su principal referente, el alemán August Sander, quien tuvo más de un problema con los nazis por haber mostrado una sociedad muy distinta a la que el discurso oficial de la pureza quería hacer ver.
Nos encontramos en Buenos Aires, a finales de los años sesenta. Lamarca trabaja ya como fotógrafo para la Unión de Obreros y Empleados Municipales, organización fundada cincuenta años antes, ahora vinculada a la izquierda peronista. Su cometido es claro: apoyar con imágenes los informes periciales sobre las condiciones de salubridad de los trabajadores. Entre ellos, aquellos que se dedican a la tarea funesta de “los desalojos”, es decir, vaciar tumbas para dejar espacio a los muertos que aún pueden pagar las cuotas del cementerio. Los cuerpos morosos eran arrojados a una fosa común y al olvido definitivo. Seguimos en Buenos Aires, en La Chacarita, el inmenso cementerio de la ciudad en el que, además de desalojados y alojados, han encontrado sepulturas figuras célebres como Carlos Gardel, leyenda del tango.
La Argentina de los años sesenta dibuja un contexto complejo. En 1955 cae el gobierno de J.D. Perón bajo un golpe de Estado que da paso a un gobierno cívico militar. Durante los dos gobiernos presididos por Perón, el sindicalismo argentino había vivido su etapa de apogeo, puesto que era uno de los pilares que soportaba la arquitectura institucional del sistema justicialista. Distinta iba a ser la situación tras el golpe: Perón y el peronismo proscritos y camino del exilio, las organizaciones políticas progresistas proscritas y reagrupadas en las guerrillas y el sindicalismo vigilado e intervenido por el nuevo régimen. Los intentos de apertura a mediados de la década se saldan con un nuevo golpe militar, más contundente y sanguinario (la Guerra Fría es implacable con el “patio trasero”). La persecución de la disidencia se intensifica, se extienden las desapariciones, los asesinatos, el encarcelamiento y las torturas. También la expulsión y el exilio. Los sindicalistas encabezan las listas en todas las categorías.
“Los militares lo destruyen todo”, recuerda Lamarca. Cuando irrumpen en su estudio y en el sindicato, ese es el destino de la mayor parte de un archivo fotográfico que recoge el trabajo de aquellos años. De lo poco que se pudo salvar, esta fotografía es una muestra, un registro que revela el poder de una imagen para condensar y convertir en símbolo un instante.
Keruin P. Martínez
Buenos Aires, 1939
Inició su andadura profesional en los 60, realizando reportajes gráficos para los sindicatos sobre trabajos insalubres y documentando las condiciones de vida de los “golondrinas”, jornaleros que se desplazan, durante nueve meses al año, con toda su familia, a las regiones ricas para sacar adelante las cosechas o trabajar tierras no explotadas por los terratenientes.
En esa época entabla relación profesional con el fotógrafo Humberto Rivas, retrata a numerosos escritores y artistas argentinos y conoce en la capital porteña a Paco de Lucía, Camarón y Antonio Gades. Estaba trabajando en las fotografías de los carteles que debían anunciar la actuación del bailaor cuando la policía allanó su
estudio y le detuvo. A su salida de prisión vino “extrañado” de forma obligatoria a Madrid, en 1971.
Firma los carteles de la brillante etapa de Gades al frente del Ballet Nacional y del espectáculo Carmen. Hace retratos de Camarón de la Isla, Paco de Lucía y numerosas portadas de discos y trabajos fotográficos para José Menese, Rafael Romero, El Lebrijano, Carmen Linares, José Mercé, Fosforito, Terremoto y los guitarristas: Niño Miguel, Enrique Melchor, Juan y Pepe Habichuela y Tomatito.