Fuchina: Cinco días de mayo, 2014-2019 @David Salcedo

Fuchina: Cinco días de mayo 

Todos tenemos un pueblo al que volver. Un lugar que contiene la infancia, lo atávico, también la barbarie. Un pueblo con casas blancas, aceras estrechas, sillas en la calle, rumores de voces. «¿Y tú de quién eres?», preguntan a quien camina mirando hacia arriba, tal vez a las nubes. 

Todo pueblo que se precie como tal tiene su fiesta. Sin ritual no hay comunidad; sin ruptura de las normas, aunque sea por unos días, no se puede mantener el orden establecido. Sin Dionisio, Apolo no tiene cabida. Sin los ritos del catolicismo no pueden perdurar los dioses paganos. No al menos en esa constelación de puntos blancos, los pueblos desperdigados por el sur y el este de la Península Ibérica.

Sin rojo, no puede haber blanco. Rojo de bandera, de estandarte, pero también de líquido atesorado en barrica. Durante la fiesta se congrega el oro del crucifijo, esa Cruz de Caravaca, y el exceso contenido en un vaso de plástico. Éste último descansa sobre la capota de un coche, también rojo sangre, como la vida misma.

David mira con los ojos, también con el estómago. Cándida, su compañera fiel, lo registra mediante un código numérico. Las imágenes digitales de Salcedo son personales y, a la vez, continúan la tradición de los maestros españoles, como Cristobal Hara o Carlos Pérez Siquier. Sus fotos también transpiran el sol acumulado, el deslumbre de las paredes, el paisano con la resaca que se le avecina. 

Dentro de los rectángulos de las fotos, todas verticales, los caballos de verdad parecen de juguete y los de juguete se antojan verosímiles. Penden las telas y los trapos que ocultan los rostros. No así las intenciones, la voluntad de seguir el guion establecido, puesto que así lo exige la identidad colectiva. Cada imagen también atesora el silencio, el de las horas muertas, pero también el que precede al estampido del petardo o el cántico de los vecinos. 

La fiesta ha de cumplirse, el ritual debe continuar su ciclo: los vasos se vacían, volverán a ser colmados cuando la Tierra, en torno al Sol, complete otro giro. Dios en el cielo; pero aquí abajo, por si acaso, la fuchina llena las copas.

Rafa Badia

David Salcedo

Se inició y profesionalizo en el mundo de la fotografía en el I.E.F.C. Pero fue en la calle donde se curtió y acabo de aprender lo que no se enseña en las escuelas.

Sus trabajos, que abarcan un amplio espectro de las propuestas del medio fotográfico, pero claramente se ven dos ejes que los vertebran. El primero es una delicada mirada documental, poseedora tanto de una fina ironía como de un silencioso misterio. Y el segundo es su obsesión por trabajar con lo que le es cercano, ya sea porque necesita hablar de las cosas que conoce o bien como una metáfora de la existencia.

Esta manera de entender su rincón del mundo le ha llevado a exponer por todo el territorio nacional, parte del europeo y del americano. También le ha permitido ganar numerosos premios y becas donde destacan el Nuevo Talento Fnac 2015, el premio Proyecta 2016 del Centro Andaluz de Fotografía o ser finalista de los Street photography awards de Lensculture. Desde el 2014 ha publicado, y autoeditado tres libros.

Actualmente representado por la agencia londinense Millennium Images, la galería Alalimón de Barcelona y la galería SaishoArt de Madrid.

Reseña de Guillermo Balbona en el Diario Montañés

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